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¿Se puede ser pastor sin una iglesia? La inquietante pregunta

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Un fenómeno preocupante: el uso prematuro e ilegítimo del título de pastor

Se observa un creciente desorden en muchas comunidades evangélicas, particularmente en Haití y en la diáspora haitiana, donde jóvenes creyentes sin responsabilidad oficial en una iglesia local se dan o reciben prematuramente el título de pastor. Esta práctica, contraria a las enseñanzas bíblicas sobre el ministerio pastoral, debilita la credibilidad de las instituciones eclesiales y siembra confusión entre los fieles.

Las escuelas teológicas tienen una parte importante de responsabilidad por este desorden carnal. En Haití, en particular, algunas instituciones llaman “pastores” a sus estudiantes desde el primer año de estudios teológicos, creando una cultura de apropiación prematura del título. Testimonios relatan que varios estudiantes, durante y después de su formación, se niegan categóricamente a ser llamados por su nombre sin el título de “pastor”, considerando cualquier omisión como una falta de respeto.

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Este fenómeno se extiende a los artistas del evangelio y a los jóvenes teólogos que, teniendo la capacidad y la oportunidad de predicar o dirigir el culto en las iglesias, asumen el título pastoral sin ejercer una responsabilidad directa en una comunidad local. ​

Aún más inquietante es el hecho de que algunos pastores ordenan a jóvenes “pastores” sin darles ninguna responsabilidad en su propia iglesia y sin que tengan una comunidad que apoyar. Esta práctica vacía el ministerio pastoral de su significado bíblico y transforma la ordenación en una simple formalidad honorífica.

Esta situación está destruyendo poco a poco la confianza en las instituciones eclesiales, en un momento en el que las comunidades cristianas ya se ven fuertemente afectadas por escándalos de todo tipo. Para una gran mayoría, la Iglesia es vista ahora como un negocio lucrativo más que como una auténtica comunidad espiritual. La proliferación de falsos pastores autoproclamados refuerza esta percepción negativa y crea una desconfianza generalizada.

Frente a este desorden institucional y teológico, se hace imperativo aclarar qué es realmente el ministerio pastoral según las Escrituras y las tradiciones eclesiásticas protestantes. El título de pastor no puede disociarse del ejercicio efectivo de un cargo pastoral dentro de una comunidad local.

El pastorado, una función y no un simple título

El pastor ejerce fundamentalmente una función dentro de una comunidad eclesial, y no un simple título honorífico. En la tradición protestante, generalmente uno no puede ser pastor sin una iglesia local.

El ministerio pastoral implica dirigir servicios religiosos, administrar los sacramentos, predicar y acompañar a los fieles. Esta función está intrínsecamente ligada a una comunidad específica.

La Biblia presenta los ministerios dados por Dios para la edificación de una comunidad, según 1 Corintios 12 y Efesios 4. Un pastor sin una iglesia local no tendría comunidad a la que servir.

Vocación versus profesión

El pastorado es ante todo una vocación, no una profesión en el sentido profesional del término. El pastor responde a un llamado de Dios que debe ser reconocido por la Iglesia.

Sin embargo, el pastorado tiene aspectos profesionales: formación teológica rigurosa (a menudo se añade una maestría en teología, es decir, 5 años de estudio), reconocimiento oficial por ordenación y salario pagado por la iglesia. Los pastores pasan por un período de prueba llamado “proposanat” antes de ser plenamente reconocidos.

El término “pastor” puede utilizarse como título de civismo para dirigirse a alguien que ejerce esta función. Sin embargo, no es un título honorífico que uno pueda llevar sin ejercer realmente el ministerio.

Teólogo o pastor: dos roles distintos

Un pastor debería ser propiamente un teólogo, pero un teólogo no es necesariamente un pastor. El teólogo estudia, analiza y enseña la doctrina cristiana de manera académica.

Según Efesios 4, Pablo vincula “pastor” y “maestro”, sugiriendo que cada pastor también debe ser un maestro y, por lo tanto, un teólogo. Los pastores son los principales teólogos de su iglesia local.

La formación requiere una Maestría profesional en teología (5 años de estudio) que incluye estudios teóricos, prácticas y disertación. Un teólogo puede ejercer la docencia universitaria sin responsabilidades pastorales.

El uso abusivo del título por parte de los artistas

Algunos artistas de gospel son pastores y cantantes legítimos: Moïse Mbiye dirige la iglesia Cité Bethel en la República Democrática del Congo, Delly Benson dirige la iglesia Holysongs, Hezekiah Walker es pastor del Love Fellowship Tabernacle en Nueva York, Tye Tribbett es pastor y cofundador de Live Church Orlando, y muchos otros. Estas personas combinan ambas funciones.​

Un cantante no puede ostentar legítimamente el título sin una función pastoral reconocida en una iglesia. Si un artista se autodenomina “pastor” sin responsabilidad eclesiástica, formación teológica o reconocimiento, se trata de un uso abusivo.

El título designa una función específica de enseñanza, acompañamiento espiritual y dirección dentro de una comunidad. Por lo tanto, su uso sin esta función es engañoso.

El reciente caso de Matthieu Koumarianos, pastor de la Iglesia Mi Evangelio de París despedido en diciembre de 2024 por “falta moral grave” tras acusaciones de manipulación, control y abusos sexuales múltiples durante diez años, ilustra los posibles abusos. La iglesia fue disuelta por la renuncia de todos sus miembros que deseaban desvincularse de estas graves acciones.

El problema de la autoproclamación

La autoproclamación pastora es contraria a las prácticas bíblicas y eclesiológicas. En las iglesias protestantes tradicionales, el proceso implica varios pasos para evitar esta trampa.

La vocación pastoral debe ser confirmada por una Comisión de Ministerios, un consejo eclesiástico y la comunidad eclesial. Este proceso de reconocimiento colectivo garantiza la legitimidad.​

El fenómeno de los autoproclamados “falsos pastores” es particularmente preocupante en determinadas iglesias evangélicas donde los controles son menos rigurosos. Estos individuos a menudo explotan la vulnerabilidad de los fieles para obtener beneficios económicos.

El ejemplo de Charles Bameko, que se proclamó “pastor” sin formación ni reconocimiento, ilustra los abusos: fraude, abuso de confianza y manipulación. Este caso demuestra la importancia de los mecanismos de validación eclesial.

En África, el fenómeno de los falsos pastores transforma la religión en un negocio lucrativo, explotando la fe de las poblaciones vulnerables. Esta comercialización del título pastoral destruye la credibilidad de las instituciones eclesiales.

Las escuelas teológicas y la concesión prematura del título

En Haití, muchos pastores dirigen iglesias de 300 a 800 miembros con una formación bíblica mínima, lo que a menudo los lleva a interpretar las Escrituras sin una base sólida. Los programas de capacitación específicos, como los del Centro de Capacitación Bíblica para Pastores (BTCP), intentan abordar esta brecha brindando capacitación bíblica estructurada durante dos años.

Sin embargo, algunas escuelas de teología haitianas contribuyen al desorden llamando a sus alumnos «pastores» desde el primer año de estudio. Esta práctica crea una apropiación prematura del título sin un ejercicio efectivo del ministerio pastoral.

Los programas varían ampliamente: algunos ofrecen una licenciatura en teología en solo un año para quienes ya tienen un título en el campo, mientras que otros requieren varios años de capacitación rigurosa. Esta disparidad en los estándares de formación contribuye a la confusión sobre la legitimidad del título.

La propuesta en el camino pastoral

En las iglesias protestantes tradicionales (Iglesia Protestante Unida de Francia, iglesias reformadas), la propuesta es obligatoria. Este período de prueba de dos años sigue a los cinco años de estudios teológicos.

La propuesta permite al futuro párroco ejercer plena responsabilidad en una parroquia mientras es apoyado y evaluado. Luego, la Comisión de Ministerios valida el ministerio, lo que lleva al reconocimiento-ordenación oficial.

En algunas iglesias evangélicas, los procesos están menos formalizados. La formación va desde un certificado de un año hasta una maestría de cuatro años.

Teóricamente es posible en estos contextos ser reconocido como pastor sin una nominación formal, aunque se desaconseja encarecidamente. La ausencia de una formación sólida expone a errores doctrinales.

Retención del título después del ministerio

La conservación del título después de dejar el ministerio activo depende de la concepción teológica de la ordenación. En el protestantismo, la ordenación pastoral no tiene el carácter sacramental indeleble del catolicismo.

Para los católicos, la ordenación confiere un carácter espiritual permanente: un sacerdote sigue siendo sacerdote incluso si abandona su ministerio, porque “el sacramento del Orden confiere un carácter espiritual indeleble” que configura al sacerdote con Cristo. Los obispos jubilados se convierten en “obispos eméritos” y conservan su capacidad sacramental.

En el protestantismo, el pastor es esencialmente un “ministro del santo Evangelio”, es decir un servidor que ejerce una función. Este concepto funcional implica que el título está vinculado al ejercicio real.

Algunas iglesias protestantes han adoptado el título de «pastor emérito» para los jubilados, reconociendo el servicio pasado. Este título honorífico distingue claramente que ya no es un ministerio activo.

Renuncia y renuncia al título

Para un pastor que renuncia, generalmente renuncia al título pastoral. En la Iglesia Protestante Unida de Francia, un pastor que se postule para un cargo político debe dimitir.

Una vez que renuncia, ya no ejerce la función pastoral y ya no debe usar el título comúnmente. El uso “Señor Pastor” se aplica a “personas que ejercen el ministerio de pastor”.

Sería más exacto considerarse teólogo si ya no se ejerce una función pastoral activa. La persona conserva su formación teológica pero ya no tiene una comunidad a la que servir.

El uso continuo del título activo “pastor” sin oficio pastoral sería engañoso. La comparación con un ingeniero no es apropiada, porque el pastorado es una función eclesial, no una profesión liberal.

Las consecuencias del desorden pastoral.

La multiplicación de los usos abusivos del título pastoral crea una crisis de confianza en las instituciones eclesiales. Los escándalos recientes, como el de Matthieu Koumarianos, del que al menos 50 personas afirman haber sido víctimas de manipulación y control, refuerzan la percepción negativa de la Iglesia.

La MIVILUDES (Misión Interministerial de Vigilancia y Lucha contra los Abusos Sectarios) y el Consejo Nacional de los Evangélicos de Francia (CNEF) son alertados periódicamente sobre estos abusos. En el caso de Koumarianos se presentaron dos denuncias, dos de cuyas víctimas eran menores de edad en el momento de los hechos.

Esta situación está transformando poco a poco a la Iglesia en una institución percibida como un negocio lucrativo más que como una auténtica comunidad espiritual. Para restaurar la confianza es necesario volver a los fundamentos bíblicos y eclesiológicos del ministerio pastoral.

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